marzo 02, 2008

Aventura China 4-Más Beijing

Hoy es el día en que me encuentro con la historia. Con la verdadera historia. Ya me siento más segura y confiada en Beijing. Ya sé que de alguna manera me hago entender. Ya sé que puedo tomar el metro sola, sin ningún problema. Ya sé para donde voy hoy.

Antes de mi viaje me advirtieron que en Beijing no había ningún aviso escrito en “cristiano”. Que era imposible tomar el subway... pero la cosa no es tan grave. Es cierto que casi no hay avisos en inglés, pero los pocos que hay funcionan. El metro tiene nombres que se pueden leer. Las líneas no son complicadas y sus estaciones muy convenientes para llegar a donde se quiere llegar. Sólo vale 2 yuanes. En la estación de Fuxingmen, cerca a mi hotel, me doy cuenta que realmente hay mucho chino en esta ciudad. Mucho.
Me bajo en la estación de Tian'anmen Square y me dirijo a Forbidden City. Entro emocionada, saludo a Mao y paso a través de las grandes construcciones de color rojo que son las puertas que me llevan hacia la Ciudad Prohibida: el Palacio Imperial de las dinastías Ming y Qing. Este lugar es reconocido en el mundo como la mayor colección de estructuras de madera antigua que se conserva en el planeta. Tiene 800 edificios y más de 9.000 habitaciones.

Llego emocionada. Pago la entrada, alquilo la audio guía y comienzo una verdadera travesía por la historia ancestral de la humanidad. Lo primero que veo es una gran plaza atravesada por un pequeño río congelado, el cual es cruzado por 5 pequeños puentes. 3 puertas se ven al fondo. Inmediatamente me transporto a una película de época y prácticamente puedo “ver” a montones de soldados de rodillas en la plaza, esperando ver a su Emperador caminando por la puerta central. Triunfal.
Hay muchos turistas (la mayoría chinos) pero me encuentro con un gordito simpático que está visiblemente más emocionado que yo… corre para un lado a otro tratándose de tomar fotos él solo (lo que yo denomino “auto-foto”) y me pide ayuda. Descubro que es venezolano. Está de viaje de negocios y sólo tiene un día para irse de turista… así que no tiene tiempo que perder. Le tomo algunas fotos, él me toma unas a mi y ¡adiós!.

Me concentro en lo que estoy. Estoy en lo que por años fue sede del gobierno chino, en el hogar de antiguos emperadores, todos con una gran corte de esposas y cientos de soldados eunucos. Fue construido en 1.404… ¡¡¡1.404!!! … muuuuucho antes de que nuestro glorioso continente America apareciera en el mapa…

47 años antes de que Cristóbal Colon viniera al mundo, los Chinos construían impresionantes edificaciones hechas en sólo madera, pintada de un rojo intenso y con muchas bases, escaleras y murales hechos en mármol. Montones de figuras de animales, especialmente dragones, decoran los techos de cada construcción. Cientos de historias se pueden sentir e imaginar en cada pasillo, plaza y habitación. Toda la “etiqueta” imperial, la manera en que se relacionaba la gente de la antigua china, mucha mística, poder, control y calma a la vez.
Cada vez avanzo más y poco a poco se penetra la intimidad de la Ciudad Prohibida. El Palacio de la Armonía está en el centro. Las habitaciones del Emperador más allá. El patio trasero está en el fondo; allí hay una pequeña ciudadela en donde vivían las esposas e hijos del Emperador. Me abruma esta experiencia. No paro de grabar en video, tomo toneladas de fotos, no sé si detenerme a pensar y a respirar. ¡Quiero gritar!
Termino esta travesía imperial y salgo a caminar. Hermosas imágenes de la Ciudad Prohibida desde afuera me acompañan hasta un parque cercano: Beihai Park. Hermoso. Conozco un templo budista, toco una campana tres veces pidiendo tres deseos. Observo niños y adultos jugando en un lago congelado. Un atardecer muy rojo me acompaña.
En el camino conozco a una china cuyo nombre occidental es Andy. Está estudiando español y habla un inglés bastante bueno. Es una muchacha sencilla, que trabaja en una tienda de souvenires y sueña en convertirse en una guía turística certificada.

Yo quiero ir a una calle cultural llamada “Liulichan” y ella se ofrece a acompañarme. Magnifico, ahora voy a tener una experiencia china verdaderamente LOCAL. A eso de las 5 pm tomamos un bus que está próximo a reventar… de gente! Me preocupo por una posibilidad de robo, pero Andy me explica muy puntualmente que la ciudad es segura “En la Chima, mientras podamos comer y trabajar, no hay porqué preocuparse. Es un país seguro”.

No logramos llegar a la famosa calle de los artistas, pero insisto en invitar a Andy a comer. Vamos a un restaurante de la zona, uno real, uno en donde no hay avisos en inglés para traducir el menú. Andy se encarga de ordenar: dumplings, noodles,champiñones, pollo, etc. Comemos absolutamente delicioso y de paso me doy una idea más cercana de lo que es vivir en China. Un país muy grande en donde cada uno está en lo suyo. No necesariamente preocupados por la cuestión política y la religión es una búsqueda más personal que una tradición de familia. La mayoría vive una vida saludable, longeva y sana. A pesar de que grandes ciudades como Beijing y Shangai adoptan cada vez más el estilo agitado de los occidentales, la mayoría de chinos viven tranquilamente en provincia, en el campo y están en cama muy temprano en la noche. Una cultura muy tranquila y sosegada (bueno, al menos la cultura que me presenta Andy).

Lo que más me gusta de mi última noche en Beijing, es que a través de mi nueva amiga confirmo mi teoría de que la gente es gente, ¡aquí y en Pekín! Aunque estoy al otro lado del mundo, aunque sólo se hable mandarín y aunque haya montones de años de historia de diferencia, Andy es la muestra de que todas las mujeres a los 25 se preocupan por lo mismo: cómo conseguir un buen novio en estos días, cómo explicarle a una mamá que todavía no es tiempo de casarse, cómo concretar sueños de viajes, y un buen trabajo. La gente es gente.

A dormir.
Mi último día en Beijing se inicia con una apacible caminata por otro parque: Tiantan Park. Tengo que atravesarlo para llegar al Templo del Cielo… y creo que es una de mis mejores momentos en Beijing. Es domingo en la mañana y la gente está descansando. Hay mujeres jugando con telas en el aire. Hay hombres haciendo rítmicas coreografía mientras juegan con raquetas. Observo un coro reunido improvisadamente en un corredor del parque y me acerco a oírlos cantar. Es un momento sublime. No sé qué es, no sé si son sus lindas voces y la pasión que le ponen a su canto, no sé si es porque el tiempo se ha detenido. Este es el momento en que realmente aterrizo de la nube de emociones en la que andaba y me doy cuenta de lo afortunada que soy. Unas lagrimas se escurren por mi cara y sigo adelante.
Disfruto del “Temple of Heaven”. Otra construcción magnífica hecha en madera y pintada de muchos colores. Aquí se rezaba por las buenas cosechas para todo el imperio chino. Mi tiempo se acaba.
Visito ahora (finalmente) a “Liulichan”, una callecita llena de acuarelas recién pintadas, libros, pinceles y antigüedades. Encantador. Luego voy de compras y gasto un buen rato “negociando” todo. Aquí hay que regatear hasta por un cortauñas. Inicialmente es divertido, al rato se vuelve agotador. Sin embargo vale la pena, considerando que aquí se encuentra de todo y a muy buen precio... claro, si se piden buenas rebajas (consejo: hay que llevar su propia calculadora y a través de ella se hacen las ofertas y contra ofertas del caso… muy útil).
Ya casi debo irme al aeropuerto. Me despido de la ciudad viéndola por última vez mientras me como un pincho de ciruelas y patatas dulce caramelizadas. Mi asombro no termina. Sigo viendo montones de gente caminando por la calle. Gente, gente, gente. Es la última imagen que me llevo de Beijing. Gente, gente, gente. Gente que vive, trabaja y disfruta de otra cultura, otra historia, otro idioma. Gente.
Definitivamente hay que volver.

Liliana
Enero, 29 de 2008.

febrero 24, 2008

Aventura China 3-Beijing


Llegar a Beijing intimida. Es una ciudad grande, en donde todo está obviamente en mandarín y uno solo, solito, solo… pero es tan imponente y tan maravillosa esta ciudad, que el miedo se desvanece al ver tantas cosas bonitas y grandiosas. Me temo que las palabras se quedaran cortas para describir lo que siento.

Llego al atardecer y un sol que comienza a caer me acompaña entre grandes autopistas, edificios inmensos, unidades residenciales coloridas con parques en los que hay mesas de ping-pong al aire libre y a lo lejos se ven templos y pagodas. Mucha gente. Muchos carros. La cabeza sigue doliendo por el cambio de hora.

Llego al hotel, me instalo y agradezco que en esta capital se habla un poquito más de inglés que en la provincia. Tomo un “doloroso” masaje oriental (con el que pensaba hallar un poco de descanso, pero…ay ya yai) y me preparo para lo que viene.

Al otro día, muy temprano, con una temperatura de 0 grados centígrados, con perspectivas de llegar a menos 9 grados, tomo un tour que me lleva fuera de la ciudad a las Tumbas Ming y a la Gran Muralla China. Este es el inicio de un bombardeo de información y emociones que sólo logro asimilar casi dos días después.

Técnicamente uno NO VE las tumbas Ming, sino los palacios y templos construidos en su entorno. Ahí se comienza a ver lo grandioso de los antiguos chinos, que construían grandes palacios sólo con madera ensamblada y sin utilizar una sola puntilla. Grandes columnas construidas con troncos de árboles con más de 100 años de edad (para llegar a la altura y grosor necesarios para construir cada edificio).

El guía se apresura por llevarnos a almorzar casi a las 11:00 am (supongo que tiene afán por terminar con su trabajo) y luego a medio día nos lleva a una de las Siete Maravillas del Mundo Moderno: The Great Wall, o la Gran Muralla China. Mi papá me había hablado de ella, con 7.300 km de este a oeste (más extensa que un viaje a la costa en carro), los mitos urbanos dicen que se ve desde la luna… ¡Oh, es absolutamente increíble volver realidad esas imágenes que estaban en la cabeza y lograr inmiscuirse en ellas al tomarse una foto que congelará por siempre el encuentro de una idea con la cabeza que alguna vez la evocó! (…que poeta, ¿no?).

El ascenso a la muralla es divertido. Se monta uno en un carrito como de montaña rusa que te lleva a una cima, punto de partida para que conozcas un tramo de la Muralla. Todo en un ladrillo negro, se despliega a través de las cimas de las montañas onduladas de la República Popular China. Subidas con pendientes muy marcadas dejan sin aire a los turistas emocionados que caminan y se toman fotos por doquier. Hay pequeñas construcciones, tipo observatorio, que servían de guarida para los vigilantes de la muralla en tiempos que datan 480 años antes de cristo y para aquellos que en el siglo XXI se congelan apreciando esta construcción. Imponente.

Después de un té verde, el tour termina llevando a los extranjeros a una farmacia china, en donde unos doctores de la medicina oriental le dan a uno una clase sobre lo saludable que son los chinos y tratan de venderle a uno sus medicina naturales que “beneficiarán los riñones, se limpiará el organismo y así se vivirá tanto como un chino”. Obviamente no compré nada.

A media tarde me bajé del bus en el centro y comencé a caminar. Con mapa en mano descubro que las cuadras son mucho más largas de lo que uno se imagina, pero encuentro un montón de cosas interesantes en el camino para mirar. Centros comerciales super modernos, tiendas especializadas en vender palitos chinos para comer (de todos los precios y en todas las presentaciones), un callejón de comidas en donde hay puestos en donde venden pinchos con bichos ojones y caballitos de mar como disecados (un tanto impresionante), pero también hay pinchos de frutas caramelizadas (manzanas, fresas y unas papas dulces) deliciosos.

Me encuentro con grandes avenidas iluminadas y Tiana´anmen Square (ya de noche) con la foto de Mao en el centro.
Tiana´anmen Square es la plaza pública más grande del mundo (dicen los chinos)… y bueno, si se ve gigante, tanto o más que el Zócalo mexicano en el D.F. Se construyó con la idea de poder tener un gran espacio para organizar actos masivos políticos, con grandes edificios y construcciones a los lados. Marca por un lado el acceso a Forbidden City (entrando por la puerta de Mao) y en frente hay un obelisco monumento a los Héroes del Pueblo, el Museo Nacional de Historia y la Asamblea Nacional.

En este punto estoy agotada. Es de noche, he caminado un montón, he tomado toneladas de fotos y he grabado un cassette entero de video. He sobrevivido al viento frío de Beijing y tengo un hambre que ni se imaginan. Ya no confio en mi percepción del mapa porque las distancias son absurdas, así que decido buscar un restaurante en donde comer. Tengo antojo del famoso pato Pekín (o pato lacado) y camino otra media hora hasta llegar accidentalmente a un hotel con un pato gigante en la entrada, que resultó ser uno de los mejores lugares para probar el manjar local (lo que confirmo en una guía turística que conseguí de la ciudad). En un salón hermoso, grande y elegante, chequeando cuantos más occidentales-ojo grande había en el lugar (solo dos más) pido medio pato lacado, te verde y una cerveza china. ¡Exquisito!.
A punto de desmayarme del cansancio, tomo valor, me meto en la estación del metro frente al hotel del pato y regreso a casa: el Holiday Inn me recibe de nuevo. Antes de acostarme a dormir a eso de las 10:00 pm de la noche en China, me conecto a internet para saludar a mi querido Julian quien ya, recien arreglado, se dispone a salir al trabajo muy a las 9:00 de la mañana en Colombia. ¡MI mundo está al revés!

Mañana será otro día. La Ciudad Prohibida me espera.

Liliana
Enero, 25 de 2008.

febrero 23, 2008

Aventura China 2-De Haikou a Beijing


Ni Hao!! (significa HOLA en chino):

Les cuento que todo va bien, aunque los dolores de cabeza continúan (sin importar que me tome 2 litros de té verde diarios, para relajarme). Siento como si no hubiese dormido desde hace más de 7 días. Y trato... pero duermo poco.

En fin...

Haikou estuvo bien. Increíble. Fue un buen inicio de viaje porque realmente estuve en una auténtica provincia China, en una ciudad pequeña, sin tanta influencia occidental. La noche antes de irme tuve la oportunidad de ver otra cara de Haikou... una más moderna con calles iluminadas por hermosas lámpara chinas rojas... todo un espectáculo!

Crucé un hermoso puente conocido como el Century Bridge, blanco, alto, con una especie de arcos no circulares, sino ovalados, con inscripciones chinas iluminadas. Muy lindo. Estuve tomando cerveza china (marca Tiger) y jugando un juego de dados similar al muy bogotano "Cacho". Muchas risas, pinchos de una carne desconocida y brindis en francés, chino y hasta español. CAMPAI !!! (fondo blanco en chino).

En todo caso es importante resaltar (después de mi relato anterior), con el ánimo de que no queden con la idea de que Haikou es como una vieja película china, con mucha gente en bicicleta y poco desarrollo, que también hay grandes edificios modernos y un aeropuerto envidiable (ojalá El Dorado en Bogotá fuera medianamente parecido a este aeropuerto de una pequeña isla en una provincia lejana en China).





Y sigue el viaje.

Déjenme decirles que los chinos tienen mucho de costeño y de colombiano en general... pero muchas de las cosas que NO me gustan de los costeños y los colombianos, llevadas al extremo!!
Son muy bullosos, son un tanto desorganizados. Eso de WAIT IN LINE no significa nada para ellos... todos se meten, todos empujan, nadie espera ni considera que tú si estás haciendo fila. Se tiran todos a subirse de una al avión, pasan te empujan y nada de SORRY! y no esperan a que el avión haya aterrizado para pararse y coger su maleta de mano. ¡Las pobres azafatas no dan abasto!

Otra de las particularidades de los chinos (que gracias a Dios esto no aplica por igual a los colombianos) es que son los REYES DEL GARGAJO. Creo que es culturalmente aceptable, que escupan con orgullo... ¡sí!, por donde uno quiera que va, uno escucha a los chinos tomando un gran impulso sonoro, para finalmente escupir asquerosamente en la calle... ¡es horrible!. Pero bueno, son los detalles que enamoran.

Finalmente llegué a Beijing... capital de la China. Gran ciudad llena de maravillosas autopistas, edificios gigantescos y pagodas graneadas por aquí y por allá. Imponente. Afortunadamente aquí se habla un poco más de inglés y, definitivamente la cultura occidental se siente un poco más. Lo primero que tu ves e el aeropuerto es un Starbucks, y en el camino se puede apreciar locales de Pizza Hut, Kentucky Fried Chicken y Mac Donalds.


Mi chofer, el que me recogió en el aerpuerto, no habla ni papa de inglés, así que me tengo que guardar un poco de preguntas que nacen en el camino. Sólo debo relajarme y observar un bello atardecer en camino a mi hotel. Beijing tiene hermosos atardeceres, largos, con un sol rojo y redondo que te acompaña un buen rato. La luz es divina. Está haciendo mucho frío y yo me siento increíblemente agotada. Tengo que recuperar fuerzas porque viene la Gran Muralla, pinchos de bichos y caballitos de mar, pato Peking, laaaaaargas cuadras y más frio.

Liliana
Enero 24 de 2008

febrero 17, 2008

Aventura China 1-Primera Parada: Haikou


Hola:
Les escribo desde Haikou, pequeña ciudad situada en la Isla de Hainan, al sur de la China. Llegué muy bien, tras un viaje muy muy muy largo: salí un sábado desde Colombia y llegué un lunes. No es que haya estado en el aire 3 días, sino que el cambio de horario desapareció de mi vida el día domingo.

Sin embargo la emoción del viaje no me dejó sentir cansancio.

Llegué y me tocó trabajar inmediatamente. Fuí a la locación del programa que vine a ver grabar, fui ir a almorzar y comer con Christoph, el francés que me recibió y una gente que vino de Cambodia (franceses también). Conocí algo de la zona en donde estoy, especialmente restaurantes muy bonitos en grandes hoteles. Pero fue hasta hoy, un día después, que pude irme sola por ahí, que pude apreciar y ver mejor la cultura China.

Primero que todo les cuento que hay que hacer unos grandes esfuerzos para comunicarse, ya que casi nadie habla inglés... y si hablan inglés, hablan “inglés-chino” y casi no se les entiende... pero ahí uno se defiende apunta de mímica y mucha imaginación.

Me fui para el centro de la ciudad con un mapa escrito totalmente en mandarín. Así que decidí concentrarme mucho en la ruta e ir revisando cada tanto cuántas cuadras había caminado para estar segura en donde estaba parada. Llegué al centro antiguo de Haikou (una especie de San Victorino bogotano) y todo lo que pasaba a mi alrededor fue bastante abrumador. Mucho desorden, muchas motos, bicicletas y pito por montón... muchos olores, mucho ruido y venta de cosas raras por todas partes. Mostradores con peces vivos para la venta, chinos jugando cartas, puestos de comida callejeros con patos y gallinas colgados, pinchos de todas las clases, ropa, zapatos, especies, monedas, y mássss comida.





Tomé una deliciosa sopa wanton en la calle por 3 yuen (rebarato, el equivalente a unos $800 pesos colombianos, menos de medio dólar americano), compré bobadas y saqué muchas fotos.

Salí del centro y caminé por otros lugares más modernos. Caminé por un parque con un lago hermoso, caminé por una zona comercial con muchos almacenes y promociones en todo, e inclusive fui a Carrefour a chismosear cómo eran los supermercados chinos no-callejeros (iguales a los de cualquier parte, con todo en mandarín y muchos animales variados a la venta para preparar en casa).

Fui al baño y la sorpresa aquí fue que todos los baños públicos son letrinas, así que toca “hacer” de pie. No me fue mal, he de decirles… pero eso sí, escogí muy bien a que baño entrar (en un centro comercial) pues me habían advertido hasta el cansancio que esta experiencia en la calle no era muy placentera.

En fin, en el camino me encontré con gente amable a la que yo les parecía muy curiosa... aquí yo soy la "gringa"... no hay manera de disimular que uno es turista ya que con la cara y ojos occidentales no se puede discutir... muchos me miran y se rien... me dicen “Hello!” con tono de aventura y algunos hasta me ayudaron a moverme por ahí.

Ha sido una buena experiencia hasta ahora.

Sin embargo tengo unas jaquecas terribles... creo que mi cuerpo no ha asimilado bien el cambio radical de horario. Aquí estoy 13 horas adelante en el tiempo (mi tiempo), y a eso de las 4 pm me duele la cabeza un montón y me entra un sueño terrible. En todo caso, espero acostumbrarme tarde que temprano (y de seguro cuando lo haga, tendré que volver, ¡ja!).

Mañana vuelo a Beijing... así que ya les estaré contando más cosas.

Liliana
Enero 23 de 2008